Escuela
de Teología Karl Rahner-Hans Urs von Balthasar
«En
el Señor me refugio. ¿Por qué me decís: “Huye como un pájaro al monte, pues ya
los malvados tensan su arco y ajustan en la cuerda su flecha, para abatir en la
sombra a los honrados? Cuando faltan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?”» (Sal 11,1-3).
En el centro D. Olegario González de Cardedal flanqueado por los seminaristas de izquierda a derecha: Nicolás, Antonio, Anselmo y Francisco. |
Con estas palabras iniciaba D. Olegario González de Cardedal, catedrático emérito de Cristología de la UPSA[1] y uno de los teólogos
españoles más importantes de la segunda mitad del s. XX, el curso que hasta el
año pasado ha dirigido en Santander. El tema era claro: estamos sumergidos en
una crisis en la que el aspecto económico es lo más epidérmico, lo que se ve,
lo más superficial. Esa crisis en la que estamos sumergidos es más profunda de
lo que creemos: es en realidad una crisis del hombre, una crisis de los
valores, de la moral e incluso del ser del hombre. Cuando el relativismo ha
entrado en los tuétanos de la humanidad ya nada es seguro: todo vale, y en realidad
nada vale. No hay criterios. Pero ¿cuál es el motivo de esta crisis? ¿Cuál es
el grano que ha ido creciendo y que ha hecho que todos los demás cimientos
fallen? La crisis de Dios. El hombre es imagen de Dios, y como dice san Agustín
al inicio de las confesiones: “Fecisti
nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te”[2](cf. San Agustín, Confesiones I,1.1). Es decir, cuando el
hombre no quiere ver a Dios, lo deja de lado, lo olvida e incluso lo denosta
todo lo demás cae por su propio peso, porque Dios lo hizo a imagen suya, y esa
imagen no se puede borrar: por mucho que se le quiera silenciar Dios da sentido
a toda la vida del hombre.
El tema del curso fue, por tanto,
completamente actual. Y más actual era porque no se trata de un curso cualquiera:
a él van profesores muy prestigiosos no sólo del campo teológico, sino también
de otras ramas del saber. La misma estructura del curso manifestaba esa
interdisciplinariedad. Así, tras la lección inaugural impartida por D.
Olegario, el curso tuvo una primera parte de contextualización: (1) análisis de la situación. Ciencia y
religión. En esa parte se trataba de ver qué está ocurriendo y por qué está
ocurriendo. En esta primera parte del curso que duró día y medio intervinieron
personalidades como Gabriel Amengual (catedrático de Filosofía de la
Universidad de las Islas Baleares) con una ponencia titulada “Humanismo y
posthumanismo a finales del s. XX”; Gabriel Albiac (catedrático de Filosofía de
la Universidad Complutense de Madrid y ateo confeso), que habló sobre
“Trascendencia, sacralidad o profanidad del hombre”; y Juan Arana (catedrático
de Filosofía de la Universidad de Sevilla) con una doble intervención en forma
de pregunta: “¿Somos algo más que máquinas lógicas? ¿Somos algo más que
máquinas de carne?”. Las cuatro conferencias culminaron con una mesa redonda
entre los tres expertos. Lo que más resaltaría de esta primera parte, además
del claro matiz filosófico, es la presencia de un ateo confeso, pero con
actitud dialogante, en un curso de teología. Con ello se manifiesta el nivel
intelectual de un curso que abre puertas, que no trata de cerrar los portones
con llave.
La segunda gran parte del curso,
compuesta por cuatro ponencias, era más teológica. Se titulaba (2) reflexión. Filosofía y teología. Se
trataba de ver cuál es la relación entre filosofía y teología, entre razón y
fe, si son complementarias o contrarias. En esta segunda parte habló primero
Santiago del Cura (catedrático de Teología Sistemática de la Facultad de
Teología de Burgos) sobre la “Conexión entre afirmación del hombre y afirmación
de Dios”. Intervino también Vicente Vide (decano de la Facultad de Teología de
Deusto), con una conferencia dividida en dos partes: “Los caminos del hombre
hacia Dios o validez de la razón; los caminos de Dios hacia el hombre o validez
de la revelación”. Posteriormente volvió a tomar la palabra Santiago del Cura,
hablando sobre “El escándalo del mal (exceso de la negatividad) y el escándalo
del crucificado (exceso del amor)”. Concluyó esta segunda parte Ángel
Cordovilla con una ponencia sobre “Los santos y la humanidad del hombre”. La
síntesis de esta segunda parte es evidente: razón y fe, pensamiento y
revelación, no se contraponen: se unen. Cristo, Dios hecho hombre, así nos lo
ha hecho ver: no ha rechazado la lógica ni las potencialidades del hombre, sino
que las ha llevado a plenitud. Y eso se manifiesta también en los santos, en
aquellos que a lo largo de su vida han sido ejemplo de coherencia y de
equilibrio entre la vida de fe, oración y bondad, y la vida de reflexión, de
pensamiento, de estudio, de preocupación por el hombre.
Si al principio del curso nos
preguntábamos sobre la situación, y en su desarrollo sobre los medios para
responder a esa situación, al final del mismo hay que dar una respuesta, o al
menos un “cuaderno de bitácora”, una guía que ponga la brújula en el norte, que
vuelva a situarnos sobre los cimientos. Por eso la tercera parte se titulaba (3) orientación en la existencia y en la fe.
Las dos ponencias que concluyeron el encuentro respondían muy bien al tema y
fueron magistrales. La primera de ellas, impartida por Gabriel Amengual, sobre
“Los nuevos caminos para el encuentro del hombre consigo mismo y con Dios”. Fue
la ponencia que más me gustó de todo el encuentro. Me pareció que, con una
sencillez suprema, respondía claramente a la pregunta que nos habíamos
planteado, a la recuperación de los cimientos. Al hombre no le queda más que
volver a Dios para resituarse, y los dos modos centrales de volver a Dios son
la interioridad, es decir, mirar al corazón, y en ese contexto volvemos a citar
a san Agustín: “noli foras ire, in te ipsum redi. In
interiore homine habitat ueritas”[3]
(San Agustín, De vera religione,
XXXIX, 72); y la alteridad, es decir, mirar en al prójimo, que es imagen de
Dios y como tal revela a Dios. La lección de clausura corrió a cargo de César Nombela, catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid y
recién nombrado rector de la UIMP[4], en cuyos cursos de verano
se inserta la Escuela de Teología a la que se alude en este artículo.
Poder
asistir a un curso de teología del calado del que se ha descrito en este
artículo, y hacerlo además en Santander, que es una ciudad con un aura
especial, no es un simple don: es una gracia y un privilegio. La dirección de
esta escuela pasa ahora a nuevos organizadores: Ángel Cordovilla en calidad de
director y Gaspar Hernández (profesor de Patrología y Sacramentos en la UPSA y
rector del Teologado de Ávila, donde resido) como secretario del mismo. Desde esta
revista quiero desearles lo mejor y transmitirles mi ánimo: hacer una reflexión
tan profunda y de tal calado como la que se hace en la Escuela de Teología no
sólo es buena: es necesaria. En un mundo en el que prima el olvido de Dios,
hablemos sobre Dios. Eso, en un contexto universitario, es también
evangelización.
Anselmo
Matilla Santos
3º
de Filología Bíblica Trilingüe
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