Próxima la festividad de San José, nos disponemos a celebrar el día del Seminario. Con este motivo un año más queremos acercarnos, a través de esta sencilla publicación, a toda la diócesis para presentar la realidad de nuestro Seminario y ofrecer el testimonio de los seminaristas, con el fin de que el Seminario, “corazón de la diócesis”, pueda latir también realmente en cada uno de los diocesanos y en las comunidades cristianas. A ello nos invitaba el Concilio Vaticano II, cuyo 50 aniversario estamos celebrando, recordándonos que “toda la comunidad cristiana tiene el deber de fomentar las vocaciones” (Optatam Totius 2)
En este Año de la fe, se han elegido como lema las palabras del apóstol san Pablo que sintetizan toda su vida y ministerio apostólico: “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1,12). Todo cristiano fundamenta su existencia en la fe, que es confianza total en Aquel que primero se ha fiado de él. Pero esto se realiza de forma singular en la vocación al sacerdocio ministerial. Ser sacerdote es una vocación, es decir, una llamada de Dios que se fía de un hombre, le hace capaz y, por ello, le confía el ministerio, a pesar de sus debilidades y pecados (cf. 1 Tim 1,12-13). Por eso, la respuesta a tal confianza sólo puede ser por parte del hombre la confianza libre, agradecida y humilde: Sé de quién me he fiado, confío, Señor, en ti. Desde la convicción de que Él tiene poder para asegurar hasta el final el encargo que nos hace (cf. 2 Tim 1,12).
El Seminario es el lugar y el tiempo en el que los que han sentido y discernido la llamada del Señor van creciendo en esa confianza y entrega a Él, que antes se ha fiado de ellos, con la esperanza de que un día, a través de la Iglesia, les confíe el ministerio como servicio de amor a la grey del Señor, a imitación del Buen Pastor. El Seminario es así una comunidad que vive desde el milagro de la confianza que Dios ha tenido con cada uno de los seminaristas y que ellos quieren devolverle, formándose como el Señor y la Iglesia quieren y los hombres de nuestro tiempo necesitan. Esta confianza es el fundamento de todo el plan formativo y también la motivación más fuerte que les hace afrontar todo tipo de dificultades inherentes al planteamiento vocacional (interrogantes, limitaciones, temores) y las que vienen de fuera (oposición familiar, incomprensión social, extrañamiento cultural). Esta confianza vence el miedo y regala una serena alegría, tono habitual de quien entrega su vida por el Evangelio.
Este curso hemos tenido la dicha de recibir a cuatro nuevos seminaristas en el Teologado, que se suman a otros cuatro en cursos más avanzados y a otros dos en etapa de pastoral en las parroquias. ¡En total diez seminaristas mayores! En el Seminario menor en familia catorce chavales disciernen los fines de semana su vocación al sacerdocio. A todos ellos se añaden también otros chicos que acuden a las convivencias vocacionales o están siendo acompañados por algunos sacerdotes. Todo ello, en medio de la crisis que vivimos, es un signo de esperanza y un motivo para dar gracias a Dios porque sigue estando grande con nosotros.
Aprovechamos esta publicación para agradecer a toda la diócesis, personas y comunidades, la preocupación por el Seminario. Os invitamos al agradecimiento al Señor por nuestros seminaristas, a colaborar en la promoción y sustento de las vocaciones sacerdotales y a seguir pidiendo al Señor que envíe a hombres que “por la imposición de las manos participen de su sagrada misión” y comuniquen a nuestro mundo la confianza de Dios que suscita esperanza.
Formadores del Seminario de Ávila
D. Antonio Collado Montero, D. Gaspar Hernández Peludo y D. Pedro Martín Gómez |
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