A continuación presentamos una transcripción modificada de la entrevista realizada a nuestros cuatro nuevos seminaristas de Ávila en el diario Norte de Castilla, con motivo del Día del Seminario.
Un vació interior imposible de llenar, una sensación de malestar con tu propia trayectoria vital. “Me iba bien, me había independizado, pero a pesar de todo veía que la vida que tenía no me llenaba”, señala Rodrigo Santamaría, un joven de 31 años que, tras seis años trabajando como procurador, ha decidido dejarlo todo y “escuchar la llamada de Dios”.
Él es uno de los cuatro jóvenes abulenses que ha entrado este año en el Seminario Mayor, ubicado en Salamanca. Todos ellos, con experiencias laborales previas en distintos campos, sintieron algo parecido. “Estás viviendo la vida que habías deseado, es casi perfecta, pero resulta que no estás lleno”, coincide en señalar Álvaro Campón que ha decidido, tras acabar la biotecnología en León, iniciar esta nueva etapa a sus 23 años.
No es una decisión fácil. “Yo me revelé contra mi mismo”, reconoce Capón, “Al principio parece una locura y te dices ‹‹yo, no››, pero luego es que sí”, afirma Ángel Manuel González, de 26 años de Arenas de San Pedro con dos carreras y un máster a sus espaldas. “Es un sentimiento que tienes desde hace mucho tiempo, pero tratas de oponerte a eso”, añade Fernando González. Él tiene 25 años y ha estudiado ingeniera de montes y ciencias ambientales en la Universidad Católica de Ávila. “Da miedo tratar de escuchar la respuesta a esa pregunta que sientes en el interior”.
Ellos se revelaron contra su propio rechazo interior, pero también han tenido que luchar en su entorno. “La primera reacción de los padres es que dejas algo más o menos seguro, como era mi trabajo, por algo en donde no tienes nada asegurado”, señala Santamaría. La familia de Ángel Manuel González quedó, según sus propias palabras, “en estado de shock”. “Supongo que el mismo proceso que yo he seguido a la hora de ir aceptando esta decisión poco a poco, ellos lo tienen que vivir ahora”. ¿Y las amistades? Pues coinciden en que los buenos amigos, incluso aunque no entiendan por qué han entrado en el Seminario, se alegran al verles felices.
Estos cuatro jóvenes son conscientes de que “no está de moda” ir a misa todos los días. “Mis amigos me preguntaban por qué lo hacía, que les llamara y salíamos a tomar una caña”, dice el seminarista de arenas, algo que no le ha pasado a Fernando González, que no ha tenido oposición ni de su familia ni de sus amigos. “Todo han sido fiestas cuando les he dicho que entraba en el Seminario”.
Ahora les quedan por delante cinco años de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Luego, como mínimo, tendrán un año de labor pastoral para ser ordenados. Compaginan sus estudios con diversas actividades: catequesis, seminario en familia, grupos de oración y reflexión en el Colegio Mayor Tomás Luis de Victoria, etc. “No tenemos tiempo para nada”, afirman.
¿Dónde se ven pasados esos seis años? “No nos lo planteamos porque nos ponemos en manos del Obispo, que te manda donde considera más oportuno”, señala el ingeniero de montes y ciencias ambientales. Se trata de la promesa de obediencia, una de las tres que asumirán junto al de pobreza y castidad, pero ellos no lo ven como una renuncia, sino como una elección. “Elegimos un determinado camino porque es el que nos gusta”, dice González. “No lo vivimos como un sacrificio, sino como una entrega –añade Campón-. Yo no he oído a ningún casado que diga que ha renunciado a estar con todas las mujeres del mundo; él ha decidido entregarse a una persona que ama, aunque no sea fácil”. “Son pequeños ‹‹noes›› que tiene la vida para un ‹‹sí›› más grande”, concluye Santamaría.
Los cuatro tienen muchas esperanzas en el nuevo Papa.
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