jueves, 12 de marzo de 2015

Carta de los Formadores a Santa Teresa


D. Gaspar Hernández
Rector
    
D. Antonio Collado
Director Espiritual
D. Raúl García
Formador
        
Querida Madre Teresa: le escribimos estas letras, para que sepa cómo va navegando la barquilla de nuestro seminario y así tenga un motivo para implorar a su Soberana Majestad los favores que necesitamos, pues sabe bien que hay mucho menester en esta casa y que no faltan necesidades por las que pedir a nuestro Redentor.

Tenemos nueve seminaristas mayores en nuestro Seminario, dos de ellos ya diáconos destinados en parroquias de la diócesis, y los otros siete en la comunidad del Teologado en Salamanca, conviviendo con once seminaristas más de las diócesis hermanas de Ciudad Rodrigo, Segovia, Zamora y Salamanca. A estos se suman otros nueve más pequeños que participan en el Seminario menor en familia. Todos ellos en este tiempo buscan la voluntad de Dios para servirle en el ministerio sacerdotal, algo parecido a lo que le pasó a Vuestra Merced en su juventud cuando se encomendaba a Dios para “que me diese el estado en que le había de servir” (Vida 3,2).

Vos escribisteis en una bella poesía: “Ya toda me entregué y di…. Ya yo no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado”. Estos jóvenes que están en el Seminario, también han descubierto en Dios el amor que les llama a una vida entregada generosamente. Sin embargo, cada día han de renovar dicho amor delante de nuestro Divino Maestro, agarrarse de Sus manos dejándose sostener, conducir y moldear por ellas, y preguntarle sin descanso: ¿qué mandáis hacer de mí? Y esto, como Vos sabéis por larga experiencia, es harto difícil, aunque confiamos “en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo” (Camino 1,2).

Los formadores del Seminario como “capitanes de este castillito” le pedimos que interceda al Señor por estos jóvenes, para que “los haga muy aventajados en Su camino… que vayan muy adelante en su perfección y llamamiento, que es muy necesario” (Camino 3,2). También ruegue por nosotros, aunque ya sabemos que lo hace; es más, ha encarecido, con grave insistencia, a sus monjas que recen por los sacerdotes: “procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena vida y trabajado para ayudar ahora al Señor” (Camino 3, 2).

No olvide, querida Madre, implorar el favor de su Divina Majestad para que nos envíe abundantes operarios a su mies, porque hay mucha misión que hacer. Los sacerdotes son imprescindibles para la vida de nuestra santa madre Iglesia, ellos que han sido elegidos de entre los hombres y “han de vivir entre los hombres y tratar con los hombres” para guiarlos por el camino de la perfección y santificarlos con los sacramentos. Necesitamos sacerdotes, porque ellos “han de ser los que esfuercen la gente flaca y pongan ánimo a los pequeños. ¡Buenos quedarían los soldados sin capitanes!”. Vuestra Merced sabe bien de esto. Por eso, le pedimos humildemente que presente todos estos ruegos al Señor de manos de la Virgen Santísima y de San José.


Los formadores del Seminario de Ávila en el V Centenario de su nacimiento.

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