martes, 24 de marzo de 2015

Testimonio Álvaro Marín Día Seminario 2015


Un saludo a todos. Soy Álvaro Marín, seminarista diocesano de Segovia. Un año más, trataré de contar mi experiencia sobre la vocación que de Dios he recibido, con motivo de la campaña del Seminario. 

Actualmente, me encuentro en el segundo año de mi formación en el seminario, estudiando segundo de teología en lo referente a los estudios. Lo primero es dar gracias a Dios por el gran regalo que es la vocación y el estar aquí, ya en mi segundo año, preparándome poco a poco, perseverando y reafirmando ese primer “sí” que le dí.


Este año el lema de la campaña del seminario es el “¿qué mandáis hacer de mí?” de la Santa. Esta frase resume muy bien lo que es en realidad el proceso del seminario, que no es otro que ponerse día a día a disposición del Señor, con espíritu dócil y con la intención de buscar su voluntad.

La vocación tiene una doble dimensión, la de la llamada de Dios, que siempre lleva la iniciativa, y la de la respuesta, ese “¿qué mandáis hacer de mí?”. Esta respuesta es la que trato de dar todos los días al Señor. 

La vida de un seminarista, hablando desde la experiencia de un año y medio, es una continua lucha por realizar la voluntad de Dios. A veces se puede hacer bastante arduo, pues no siempre se ve con claridad qué es lo que Dios pide. En ocasiones, como es propio del humano, se presentan dudas y dificultades: en el estudio, en la oración, en la convivencia… que hacen muchas veces replantearse la vocación. El seguimiento de Cristo no es un camino fácil, para llegar a la Pascua es necesario pasar por la Cruz. Sin embargo, es fundamental saber que este camino no lo hago sólo, Él camina siempre conmigo. A fin de cuentas, Él es quien llama, y por eso, aunque muchas veces sea difícil reconocerlo, nunca me abandona. Por mi parte, lo único que puedo hacer es ofrecerme constantemente a Él, concentrar todas mis fuerzas para aprovechar al máximo la formación del seminario, y estar siempre atento y abierto a lo que el Señor me pueda pedir, y ya Él se encargará de lo demás.

Con todo, es una gran alegría el que el Señor se pueda fijar en mí, con toda mi debilidad e imperfección, para la misión que es ser sacerdote suyo. Por eso, quiero ponerme a su servicio, seguir reafirmando mi respuesta a su llamada, y así decirle, como Santa Teresa: “vuestro soy, Señor, para Vos nací. ¿Qué mandáis hacer de mí?”.

Para finalizar, quiero pedir a todos los lectores que recen por mí y por todos los seminaristas, y especialmente por Segovia, para que haya más jóvenes dispuestos a buscar la voluntad de Dios y cumplirla en sus vidas.

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