jueves, 26 de marzo de 2015

Testimonio Antonio Carreras Día Seminario 2015



Quiero ser sacerdote, pronunciar estas palabras en medio de una conversación con un grupo de amigos, es algo que, de momento, asegura unas cuantas caras de asombro y alguna que otra sonrisa, aunque después del estupor inicial y de un tiempo, todos comiencen tímidamente a apoyarte y a comprender algo del significado de tu opción. Esta situación se repitió varias veces, durante el verano del 2011, cuando me fui despidiendo de mis compañeros de estudios y de trabajo antes de entrar en el seminario. Yo vivía en Madrid desde hacía años donde, tras finalizar mis estudios de Derecho y hacer allí un master, estuve trabajando cinco años en consultoría. Hasta entonces mi vida había transcurrido como la de muchos jóvenes, estaba satisfecho con lo que tenía y sin embargo no acaba de ser feliz. Dios había ocupado siempre un lugar relativamente importante en mi vida pero desde hacía un largo tiempo yo sentía que Dios me llamaba para algo distinto. 

Me resulta complicado continuar hablando de mi vocación al sacerdocio sin antes contar lo que siempre ha significado para mí ser creyente y ser cristiano. Hablar de mi creencia en Cristo y de mi experiencia en Dios, desde niño hasta ahora; de mi creencia en la existencia de un Dios que desde lo más hondo e íntimo de nosotros realiza su amor, y que por medio de los demás se deja sentir. De este Dios sólo puedo decir que lo he experimentado hasta ser la Verdad de mi vida. La Verdad que me lleva a ansiar una vida más plena y auténtica, aunque a veces la viva entre vacilaciones y dudas. Puedo decir que hoy vivo mi vocación al sacerdocio como la respuesta confiada a la llamada personal que Dios me hace para que siga las huellas de su Hijo en la historia de mi vida mientras hago camino, al mismo tiempo, con el resto de la comunidad. 

Hoy después de un largo tiempo en el seminario quiero compartir con los más jóvenes lo que significa seguir al Señor en el seminario. La vocación es servicio y entrega a los demás en el anuncio del Evangelio. Es hablar desde la experiencia íntima de quien sabe que tiene a Dios por Padre y que desde su libertad la vida se vuelve bienaventurada mucho más de lo que nunca antes pudo imaginar. Es contar también su encuentro con Jesús, con el Dios Hijo que humaniza al hombre más allá de todo límite, derribando muros y venciendo resistencias, a un amor desprendido que lleva a vivir una vida realizada, una vida de verdad, una vida auténtica.

Antonio Carreras Sánchez-Granjel
Seminarista de Salamanca
4º Teología

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