Una de las cosas que en mi vida más me ha conmovido y cambiado fue mi participación en la JMJ de Madrid como voluntario. Estuve toda aquella inolvidable semana colaborando en los confesionarios del Retiro, y pude ver de primera mano el poder del perdón de Dios sobre los hombres. Fue allí donde experimenté como nunca la belleza de ser sacerdote en el mundo de hoy, pues son ellos los que están encargados de una manera muy especial de hacer presente el perdón y la misericordia de Dios entre los hombres. Esta obra de misericordia, perdonar las injurias, es para mí un motivo muy fuerte para seguir adelante en el camino de formación en el seminario para un día llegar a ser, si Dios quiere, sacerdote.
Junto a esto, hay otra experiencia de mi vida que me interpela mucho y que me avisa de la forma como quiere Dios que sea mi vida entregada a él. Durante varios meses estuve visitando cada fin de semana una residencia de ancianos. Allí nos dedicábamos a dar de comer a los ancianos. Con este pequeño gesto, con el que daba de comer al hambriento, me di cuenta de una llamada que Dios me hacía al servicio gratuito a los pobres, desamparados y débiles. Desde entonces y hasta ahora, creo que para mí, la forma de ejercer esto es a través del sacerdocio, y por ello estoy en el seminario, para llegar a ser un pastor entregada a las ovejas más débiles.
Francisco Javier Calvo Tolosa
Seminarista de Ávila
3º Teología
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