Allí donde hay sufrimiento, enfermedad, allí está Cristo. Los enfermos son los preferidos de Jesús, ellos completan con su sufrimiento las ansias redentoras de nuestro Señor en el mundo; son almas bendecidas por Dios. Por ello al enfermo es preciso llevarle amor, cariño y mucha esperanza y paciencia, porque en los enfermos está el Señor, esperándonos a que lo visitemos y consolemos. Al enfermo es necesario a veces recordarle que es correndentor con Cristo, llevando una parte de la cruz de nuestro Señor con su sufrimiento.
Dentro de las obras de misericordia espirituales hay una que se refiere a la ayuda a los demás, aconsejando bien y oportunamente. Podemos tomar el ejemplo de la Virgen en las Bodas de Caná: “haced lo que Él os diga”. Así nosotros debemos aconsejar a nuestros hermanos enfermos con las enseñanzas del evangelio. Ponerse en el lugar del otro y aconsejar de la mejor manera posible, especialmente inspirados por el Espíritu Santo que nos dirá la forma y el modo de dar el consejo, ya que Él es quien da la luz que necesitamos para cumplir con esta obra de misericordia. Dios hará el resto y nos dará palabras sabias para aconsejar cristianamente. En la enfermedad el Señor nos hace una singular llamada y con el consejo nos ayuda a percibirla.
Rodrigo Santamaría Sastre
Seminarista de Ávila
4º Teología
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