Soy José Efraín, seminarista mayor de Ciudad Rodrigo, curso cuarto de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Estas líneas reflejan la vida de un joven cristiano que ha sentido que el Señor le llama para entregar su vida por entero a Él y a los demás.
Entré en el seminario menor de Ciudad Rodrigo un 21 de septiembre de 2003 para iniciar la formación académica de la ESO. Mis padres, oyen hablar del seminario a través del entonces párroco de mi pueblo y rector del seminario en la actualidad. Yo sabía que el seminario era un sitio donde se estudiaba bien porque tenías unos profesores que se preocupaban de que aprendieras. El primer día asustado y con pena por salir del pueblo, fue experimentando el ambiente que se vivía, horarios duros, clases, oraciones, poco después, esos sentimientos se convertirían en alegría.
Durante los primeros años de la vida en el seminario lo que más me preocupaba eran los estudios y tengo que decir que en esos primeros años, cuando me decían si me había planteado alguna vez el tema de ser cura, daba largas al tema y decía una y otra vez que yo no quería ser cura. Poco a poco me fui dando cuenta que las cosas había que afrontarlas y además debía pensar que iba a estudiar en el futuro. En 3º de la ESO, a mitad de curso más o menos por fijar un momento, fue cuando yo pensé: “estoy en un seminario, lugar donde se plantea la vocación cristiana y especialmente la vocación al sacerdocio”, desde ese momento decidí tener las puertas abiertas a una posible vocación.
Durante los primeros años de la vida en el seminario lo que más me preocupaba eran los estudios y tengo que decir que en esos primeros años, cuando me decían si me había planteado alguna vez el tema de ser cura, daba largas al tema y decía una y otra vez que yo no quería ser cura. Poco a poco me fui dando cuenta que las cosas había que afrontarlas y además debía pensar que iba a estudiar en el futuro. En 3º de la ESO, a mitad de curso más o menos por fijar un momento, fue cuando yo pensé: “estoy en un seminario, lugar donde se plantea la vocación cristiana y especialmente la vocación al sacerdocio”, desde ese momento decidí tener las puertas abiertas a una posible vocación.
En el último año de la educación secundaria tomé la importante y difícil decisión de seguir en el seminario para hacer el Bachillerato, estudios que nunca tuve pensado hacer. Durante los años de Bachillerato, donde los estudios que afrontaba me hacían ser más responsable, tuve largos momentos de dirección espiritual, largos momentos de oración personal para ver si realmente el Señor me llamaba a seguirlo en la vocación al ministerio sacerdotal. Poco a poco y con muchas dudas que echan para atrás a uno mismo, decido confiar en el Señor, dar el paso y pronunciar el sí. Sí Señor, creo que me llamas a servirte a ti y a los demás. En Julio de 2010, en el Encuentro de Seminaristas de Bachillerato, junto con otros compañeros seminaristas de España, decidí firmemente pasar al Seminario Mayor.
Actualmente, son ya cinco los años que llevo en el Seminario Mayor y que alegría tan inmensa he experimentado durante estos años. Uno va creciendo humanamente, espiritualmente, va aprendiendo poco a poco la teología, aunque a veces el camino sea duro y cueste. Experimento que Dios actúa en mi propia vida rompiendo incluso los proyectos de uno mismo. La oración personal cada vez va siendo más intensa y experimento el amor infinito que Dios ha tenido conmigo llamándome a una tarea tan grande y bella: ser sacerdote. Cada día, vuelvo a pronunciar ese sí que pronuncié ya hace unos cuantos años, con la alegría de poder algún día anunciar como sacerdote el Evangelio a los demás. Doy gracias al Señor por tantos dones que me ha dado y le pido que me siga ayudando e iluminando en este camino. Doy gracias a Dios, a mi familia, a los curas que me educaron en la fe, a mis formadores en el seminario menor y mayor y a todos mis amigos y compañeros, que me apoyaron en esta decisión.
Por último una petición para quien lea esto: rezad por la perseverancia de los seminaristas y por los jóvenes de vuestras parroquias, para que nunca falten vocaciones en nuestra Iglesia diocesana y universal.
José Efraín Peinado Hernández
Seminarista Ciudad Rodrigo
4º Teología
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