Un año más, al acercarse la fiesta de san José, queremos hacerles llegar a través de la publicación diocesana, la realidad de nuestro Seminario, corazón de la diócesis, comunidad de vida y alegría. El sencillo testimonio de cada uno de nuestros seminaristas mayores, que ofrecemos en estas páginas, rezuma alegría, pasión y ganas de entregarse al servicio del Evangelio, a pesar de las no pocas dificultades que siempre encontramos en el camino. A su vez el testimonio del Seminario en familia nos pone delante la alegría de estos muchachos que se plantean en serio la vida, buscando con sinceridad lo que Dios quiere de ellos. Esperamos que todos estos testimonios alienten en las comunidades de nuestra diócesis un sentimiento de esperanza y alegría, así como una honda preocupación por el seminario que se traduzca, en primer lugar, en oración por cada uno de los seminaristas, por su perseverancia y su docilidad a la voluntad de Dios, y también para que el Señor suscite vocaciones en esta tierra y en esta hora, que sigan llevando el evangelio de la alegría a todos.
Precisamente el lema de este año es “la alegría de anunciar el Evangelio” en íntima conexión con la exhortación del Papa Francisco Evangelii Gaudium. Si todos los creyentes estamos llamados a anunciar con pasión y alegría el Evangelio, mucho más aquellos que han sido elegidos para hacer las veces de Cristo Pastor y Cabeza de la Iglesia. Los sacerdotes íntimamente unidos a Cristo, participan de la misma misión que el Señor encomendó a los apóstoles de anunciar el Evangelio. Un anuncio que nace de la alegría de haber experimentado personalmente el amor de Dios en Cristo, cuyo contenido es la buena y alegre noticia de dicho amor por todos, y cuya finalidad es hacer llegar esa corriente de alegría a cada uno de los hombres. Por eso, una de las mejores definiciones del sacerdote es – con palabras del apóstol Pablo – “servidor de vuestra alegría” (2 Co 1,24), que se transmite y ofrece por contagio y atracción.
También la alegría de la comunidad del Seminario tiene su raíz en el encuentro personal con Cristo, donde cada seminarista se ha sentido llamado por Él, de manera muy singular, a entregarse por entero al anuncio del Evangelio y para ello se preparan. Este curso son nueve los seminaristas mayores de nuestra diócesis, de los cuales uno ha comenzado este curso y otro, concluidos sus estudios, está en etapa pastoral. Nuestros seminaristas comparten casa, formación, estudios, vida y alegría con los seminaristas de Ciudad Rodrigo, Zamora y Segovia en nuestro Teologado. A todos ellos se suman los ocho chicos que participan en el Seminario en familia.
Elevamos nuestra acción de gracias a Dios por el milagro de las vocaciones sacerdotales que vamos teniendo en nuestra diócesis, signo de esperanza y motivo de alegría. Queremos agradecer también la preocupación por el Seminario que nos han mostrado tantas comunidades, sacerdotes, religiosos y religiosas, y muy particularmente a las monjas de clausura de nuestra diócesis. Sabemos bien de su oración por las vocaciones y por el Seminario. Invitamos a toda la diócesis a seguir orando y trabajando por las vocaciones al ministerio ordenado. Que María, causa de nuestra alegría, interceda por nuestro Seminario, por sus seminaristas y formadores.
Formadores del Seminario de Ávila
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