A lo largo de estos años de formación en el Seminario muchas personas me han hecho repetidas veces una pregunta que siempre que llega a mis oídos hace que me plantee nuevamente mi vocación: “¿Por qué quieres ser sacerdote?” Es cierto que el ambiente externo parece que no ayuda a embarcarse en esta aventura un tanto arriesgada. Sin embargo, cuando sientes que el Dios que te ha regalado el don de la vida y de la fe, te invita a seguirle más de cerca para ser su testigo en medio del mundo, descubres que no puedes resistirte a su voz. Esta llamada se ha convertido en fuente de gozo y, precisamente, a servir la alegría que brota del Evangelio es a lo que me invita el Señor como sacerdote.
¿Puede haber algo más hermoso que anunciar a un Dios que nos ama con locura y que ha entregado su vida por ti y por mí? He aquí una de las razones para ser sacerdote hoy: para ser servidor de la alegría.
Antonio Jiménez Martín
Seminarista de Ávila
2º Bienio de Teología
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