El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres, cantaban los Israelitas a la vuelta del exilio de Babilonia. Se habían dado cuenta de que el Señor había actuado en su historia, les había reunificado como pueblo y volvían a estar unidos. Estaban alegres como consecuencia de que Dios les protegía, les ayudaba y les guiaba. Quizá fue eso lo que me ocurrió a mí. Un día empecé a encajar los acontecimientos de mi vida que andaban dispersos por mi mente y mi corazón, como notas musicales. De pronto empezaron a colocarse en una partitura, formando la sinfonía de mi vida y lo que aparentemente no tenía conexión, era una voz armónica más en la sinfonía. Las pruebas y momentos de dificultad quedaban como silencios de la obra, proporcionándola una belleza sublime.
El misterio de mi vida es la extraordinaria melodía que el Señor ha compuesto en mí con unas cuantas notas sueltas. Esa es la fuente de mi alegría, la música que el Señor compone en mi corazón y en la que cada día reconozco la grandeza de su obra.
Álvaro Campón Sánchez
Seminarista de Ávila
2º Teología
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